sábado, 17 de agosto de 2013

11 MARZO 1900

LA DIMISION DEL ALCALDE

Se dice que el Sr. Tegeiro ha presentado o se propone presentar la dimisión de su cargo. Este rumor adquirió ayer consistencia con el hecho de no haber asistido a la Casa Consistorial ni aun para presidir el cabildo el Sr. Tegeiro. Sin que nosotros conozcamos el pensamiento del alcalde ni podamos afirmar o negar con la certeza que ofrece la propia convicción, los grados de solidez que puede revertir aquella noticia, debemos consignar que no la conceptuamos destituida de fundamento, porque la situación en que fatales consecuencias han colocado al Sr. Tegeiro es difícil para un hombre tan pundonoroso como él y acostumbrado respirar en el ambiente de la opinión, auras de simpatía y a oír los ecos halagadores del aplauso público.

El Sr. Tegeiro al que siempre ha profesado este periódico (“El Defensor de Granada”) excepcional estimación, ha sido víctima, en esta su segunda etapa de su vida pública, de errores transcendentes engendrados a nuestro juicio, en la confusión de ideas sobre los límites que separan el deber del hombre de partido, de los que tienen una autoridad que representa los intereses de un pueblo, siempre superiores a los de la política y a toda obligación de disciplina o gratitud.

En el orden político si el Sr. Tegeiro, aconsejándose exclusivamente de sus criterios de independencia, no se hubiese doblado en varias ocasiones, como lo hizo en el conflicto de los tablajeros a la imposición del Gobierno de Madrid, dejándose arrollar de la manera más injusta y depresiva;  y en el que motivó la suspensión de los concejales, hubiese arrojado la vara, con la gallardía que otra vez lo hizo, para ponerse al lado del pueblo y ocupar un puesto de honor en el banquete que la oposición pública hubo de ofrecer a sus compañeros, es posible que hoy no fuera alcalde, pero es seguro que contaría con el apoyo que desgraciadamente ha perdido de Granada, la cual no puede prestarlo a los que no se hallen dispuestos a sacrificar la vanagloria del poder, a la satisfacción profunda de vivir compenetrados con el sentimiento público que siempre se inspira en los altos ideales de la rectitud y de la justicia. De este modo, cediendo primeramente una pulgada y luego 100 metros de la inexpugnable posición que hubo de ocupar en la primera etapa de eso alcaldía, el Sr. Tegeiro se ha ido separando de una manera  insensible pero constante de sus conciudadanos que sin darse cuenta de ello, seguramente contra su propia voluntad, que juzgamos sana, y poco a poco ha dejado de ser alcalde de Granada, para ser alcalde de un partido. 

En tan crítico y difícil momento, cuando por consecuencia de esta evolución inconsciente, se halla el Sr. Tegeiro, muy alejado del sentir y del pensar del pueblo granadino; cuando la atmósfera de simpatía no tiene más apoyo que el de una organización política; un hecho también publico, pero sin concesiones con la política local, le separa en asuntos tan trascendentes y relacionados con la vida de Granada, como el de la luz eléctrica, de los criterios de los jefes de su partido, a cuya iniciativa y designación debe el nombramiento para el cargo que desempeña.

Roto el vínculo de su identificación con el Sr. Agrela, único que le ataba a la alcaldía; siendo pública la divergencia sufrida entre el alcalde y su jefe para apreciar un asunto cuya importancia, para el interés de Granada nadie desconoce, la situación del Sr. Tegeiro es en realidad insostenible, y lógico, por tanto, que haya presentado o se proponga presentar su dimisión.

Nota Actual: Para recordar la admiración que anterior a este episodio de la suspensión de concejales, que gozaba el Sr. Tegeiro, podéis consultar en este blog el día 14 FEBRERO 1900 el artículo titulado “A LA LABORIOSIDAD”.


LOS CONCEJALES

Circulan estos días rumores de que los concejales que fueron suspensos a consecuencia de un acto realizado en noble y legítima defensa del decoro de Granada serán en plazo brevísimo, integrados en los puestos a que hubo de llevarlos la opinión pública. No sabemos qué base de certeza pueden tener tales rumores; pero tampoco los consideramos inverosímiles; porque es cosa natural, y a nuestro juicio perfectamente clara que los dignos magistrados que han de resolver en definitiva este pleito (por malas engendrado en las turbias y revueltas ondas de la política) inspirándose, como siempre, en criterios de rectitud y elevándose sobre las miserias y egoísmos que decidieron al Gobierno a decretar la suspensión, pueden reconocer que la conducta de los concejales suspensos obedeció a móviles patrióticos y elevadísimos y se ajustó al cumplimiento de uno de los más sagrados y elementales deberes de todo buen ciudadano que consiste en protestar contra la injusticia y volver por los fueros de la verdad, si ésta ha sido inicua y torpemente ultrajada. 

Considerando la cuestión bajo este punto de vista, prescindiendo de intereses políticos que no deben tener eco ni ejercer influencia alguna en el ánimo de decisiones de los tribunales ¿a quién podría causar extrañeza que la sala correspondiente dictase un fallo de sobreseimiento libre, si en consecuencia estima, como estimamos nosotros y unánimemente la opinión, que esos concejales, no ya castigo, sino aplauso merecen por su proceder noble, desinteresado y patriótico? Para los espíritus escépticos, para los que han perdido absolutamente la fe en los ideales, para los que creen que no queda en el país nada sano, ni organismo alguno que resista al empuje de la presión oficial, podrá ser cosa inverosímil que una Sala de la Justicia falle en un asunto, sometido a su resolución en contra de lo que las conveniencias gubernamentales, mejor o peor interpretadas, aconsejen. A los que creen que aún subsiste la independencia judicial y estiman que los procesados se hallan exentos de toda culpa y más bien son dignos de pláceme que de correcciones, no les puede sorprender un fallo absolutorio, ni la consiguiente vuelta de los concejales suspensos al seno de la corporación municipal granadina.

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